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さて、どちらへ行かう風がふく

bien... ¿a dónde ir...?
...el viento
sopla...


18 abril 2020

kintsugi


俄雨瀬戸物売りは常の足
niwaka ame setomono uri wa tsune no ashi

chaparrón
el vendedor de porcelana
mantiene el paso

-Yosa Buson-


Yo creo que esta tarde había más gente en las ventanas. Yo creo que aguardaron más tiempo después del aplauso. Quizá la tormenta. No sé.

Justo antes de las ocho parecía que las nubes iban hacia poniente. Luego no. Parecía que venían de allí. Qué cosas. Las nubes.

Hay veces que me dan ganas de abrazar. Sin más. A la gente. A las nubes. Qué cosas, que van y vienen, de aquí para allá.

Kintsugi. Una costumbre japonesa, un arte, la de reconstruir cerámicas rotas con oro. Así pues las grietas no se disimulan sino que se embellecen.

Qué cosas. Japoneses.

Grietas. Parecían grietas los restos del cielo entre las nubes esta tarde. Justo antes, y justo después, del aplauso de las ocho. La gente en las ventanas, con sus aplausos, y los truenos en no sé dónde, lejanos, de vez en cuando.  Y la luz de la tarde que no lo es del todo atravesada por las fulguraciones de los relámpagos. Y el olor de las cosas que comienzan. Ese olor...

Había belleza en todo en ello. Da cierto pudor confesarlo. Es verdad. Pero es verdad que aguanté en la ventana más allá de los aplausos y de los truenos. Y del silencio que vino después.

Esas ventanas abiertas que también aguantan las primeras gotas y su silencio. Quién. Quienes sois. Quisiera llegar hasta allí y decir. O callar. Quisiera ser un pájaro blanquinegro que anida a la vista de todos.

Luego una gota fue otra y otra. Y otra.

Luego granizó.

Y después miré cómo se había quedado sobre la hierba, retenido como los restos de una nevada imposible.

Y luego llamó mi hermano por teléfono.



Reconstruyo un recipiente para albergar un vacío que me da sentido. Con los hilos de un atardecer que no entiendo, con el regreso de los pájaros blanquinegros que no sé desde dónde llegan.

Justo hoy llegaron los aviones, qué pequeños, a su nido bajo el alero de mi casa. Como todas las primaveras. Y volaban aquí y allá, qué ligeros, ajenos a la herrumbre de la tierra firme, atravesando la luz de la tormenta.

Ayer no estaban. Hoy sí.

No sé. Qué cosas. Pero es así. Todo. Ahora sí, ahora no. Blanco, negro. Conmigo, sin mí.

Era hermosa. Sí. De verdad que sí. Esta tarde con las ventanas abiertas atravesadas de manos de todos los tamaños.  Esta tarde atravesada de relámpagos y aviones. 

Kintsugi. No sé qué reconstruir. Como todos supongo. No sé si reconstruir o construir. Con oro o con pájaros. No sé. ¿Quién nos devolverá a nuestro ser? ¿Qué manos? ¿Qué palabra? ¿Su silencio? ¿Brillarán nuestras heridas?

Relámpagos suturando la tarde que se va. En silencio.

Esta tarde miraba la tormenta que ya pasaba, si es que se puede mirar eso, y pensaba sin pensar en lo que soy. En lo que no soy. En lo que debería ser.

En la luz fulgurante que recompone el cielo. Y la tierra.


Luego las gotas de lluvia fueron una.

Luego nada.

Luego vino la noche.

Y pensé en los aviones, tan pequeños. ¿Estarán bien?

Mantener el paso.

Mantener el paso cuando todo alrededor parece derrumbarse. Mantener el paso cuando sabes que algo frágil y valioso  depende de ti.

Caminar sin más, bajo la lluvia  súbita de primavera, cuando aguardas sin saber por qué a los pájaros, lo abrazos, que vendrán.















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