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さて、どちらへ行かう風がふく

bien... ¿a dónde ir...?
...el viento
sopla...


30 noviembre 2007

nefelibata

Dicen que el cerebro evolucionó al compás de la capacidad motriz. Que surgió hace miles de millones de años en los abismos oceánicos para poder moverse voluntariamente, ir para allá para comer, irse de aquí para no ser comido. En resumen, para saber a dónde se va.

Eso dicen los científicos, bueno, alguno de ellos, quizá sólo uno, pero la ciencia siempre habla así, por boca de uno, y todas las teorías y leyes científicas también son así, hijas de una sola mente, de un solo cerebro (¿que va y viene?) precisamente. Uno.


Cuenta Guillermo de Baskerville, o lo pone en su boca Eco, o quién sabe si en verdad lo dijo aquel otro Guillermo, el de Ockham, que el diablo es sombrío porque sabe a dónde va, y siempre va hacia el sitio del que procede.
Eso cuenta Guillermo (uno u otro) o Eco. Supongo así que el diablo siempre tuvo cerebro, desde el principio, cuando aún no era el diablo (ni tan sombrío, o quizá sí) pero ya sabía a dónde quería ir.


Quizá soy un descerebrado, o no soy tan malo y sombrío después de todo. Quizá sea yo una criatura primordial, una esponja marina, que sueña que es un hombre. Y dentro de mí no hay nada, que mi ego es agua salada y mi cuerpo se mece con la corriente marina. Y el océano sin luz se filtra a través de cada poro de mi piel.

O quizá dentro de mí no hay nada, y soy un hombre, simplemente porque soy un hombre. Que no voy a ninguna parte porque a ningún lugar es rentable huir cuando huyes de ti mismo. Porque tengo el cerebro suficiente para saber que llevo mi ciudad conmigo, como en el poema de Kavafis.


Me gustan las nubes. Me gustan porque no saben a dónde van. Me gustan las nubes y saber que no sé a dónde voy ni de dónde vengo. Quizá sólo sea eso, una nube que sueña que es hombre (un hombre torpe y vanidoso como todos los hombres) que a veces cree saber a dónde va.

Me gustan las nubes. Saber que me desconozco me gusta. Contemplarme cambiante en el cielo, sin ser nunca lo mismo. Ser sólo en este momento y ser otro más tarde. Una sucesión de nubes es una nube. Una luz entre la lluvia que vendrá. Eso es una nube.
Una nube de huesos soy yo, una nube que lee poesía y escucha música. Una nube que a veces despierta… y no soy yo.