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さて、どちらへ行かう風がふく

bien... ¿a dónde ir...?
...el viento
sopla...


16 julio 2007

La mirada del que viene de lejos


Al fin en casa! Llegué a Santiago, seguí hasta Finisterre..... Increíble. Nadie espera encontrar lo que al final encuentra. Por mucho que busques el Camino siempre te sorprende. Siempre.

He caminado sin parar durante un mes, a lo largo de más de 600 km., por estepas y montañas, por bosques y campos de cereal, he atravesado pueblos y ciudades, gentes, acentos.... A veces tengo la sensación de haber estado fuera de casa durante mil años, a veces todo parece haber sucedido en un instante.

Llegar a la catedral de Santiago después de tantos días… lo que uno siente es indescriptible. La gente se emociona, se abraza a otros peregrinos, llora... Dentro de la catedral el cura nombra el origen y lugar donde empezó el camino de todos los peregrinos que han llegado ese día. El órgano suena y hace temblar las piedras y las almas. Allí estás tú, al final de un río de más de mil años, de miles de almas...

Continué hasta Finisterre, el lugar donde se acaba la tierra, en la costa donde el sol muere en un océano que parece infinito. Contemplar como el sol va desapareciendo en un atardecer interminable, trazando un camino de luz dorada entre uno mismo y el horizonte inalcanzable.... De cuántas personas me acordé en esos momentos, de los que están y de los que ya no están... de cuántos peregrinos que siguieron y siguen el mismo deambular sobre la tierra...

Y al día siguiente toqué por fin el mar. Caminé descalzo por la lengua del mar, recogí conchas que las olas hacían resonar. Miré el horizonte una vez más y decidí volver a casa.

La vuelta a mi casa fue desconcertante. Recorrer en horas lo que no hacía tanto anduve durante días enteros... No tenía sueño y vi pasar los letreros de Melide, Palas de Rei, Ponferrada..... a una velocidad inquietante. Y al mismo tiempo los recuerdos, tantos y tan intensos, merodeando a mi alrededor. Reía yo solo algunas veces, otras casi me emocionaba.

Aterricé en casa como un ser de otro mundo. Desorientado, fuera del camino... Y luego las llamadas, los correos, la lavadora, la comida, el trabajo, los papeles... en fin, la vida.

Pero yo aún tengo viva en mi mente "otra vida". El otro mundo que tuve el privilegio de contemplar cada mañana cuando caminaba solitario sobre una tierra por estrenar. Cuando sentía el rumor de la fina lluvia resbalar sobre las hojas de los castaños centenarios o el sonido tan sólo de mis pasos recorriendo calles de mil años.

He sido un privilegiado. Por estar allí, por sufrir y superarme, por darme cuenta del mundo que nos rodea. Y más aún por haber tenido la suerte de encontrar a otras personas y poder compartirlo.

“Tienes la mirada del que viene de lejos. De quien lleva caminando muchos días.”

Alguien me dijo estas palabras cuando descansaba sentado en las escaleras de la catedral de Santiago.

No quisiera perder nunca esa mirada.