Una carta. Tan ligera como un haiku. Envuelta y llena con el
mundo. Como un haiku.
Las palabras de los amigos que conozco o conoceré. Su
silencio. Su compañía.
La de una golondrina en un patio lejano o los nísperos tan
altos… y la tramontana y la bruma que pasa. Que siempre pasa. Las cerezas
verdes y un mirlo que canta a veces, al alba.
Mariposas azules y un árbol hendido. Y un camino y la flor
del tarai. El último croar de las ranas. Una tarde. Y el olor del azahar.
Torcazas y semillas al trasluz.
Y el cielo. Solo el cielo.
Solo una carta. Solo un haiku y todos los haikus. Una
palabra y todas. Y ninguna.
Y vosotros. Sobre todo vosotros.
Mi corazón se llena y se vacía, en un instante, y atraviesa
el mundo, ligero, sin esfuerzo alguno. Sin pensar.
Mis queridos amigos.
Conocidos y por conocer.
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