“No dar
crédito a ningún pensamiento que no haya nacido al aire libre. La carne
sedentaria es el auténtico pecado contra el espíritu.”
Nietzsche
Chm aún
duerme. Es mi aire libre. Nunca caminaré solo... Eso es ella. Confianza.
Libertad.
Dejar de
lado lo que no soy yo y caminar con la ligereza de solo lo que soy.
Ascender
montañas hablando de las cuevas prehistóricas. De los caballos de Pech Marle y
los leones de Chauvet. Atravesar collados en los que huele a duende. Y a veces
a cabra.
Planear
viajes lejanos y comidas cercanas. Ella es la sombra bajo los avellanos que surgen
ente el encinar. Y los troncos lisos y oscuros del laurel que trepa sobre sí
mismo buscando la luz del sol.
Sendas
angostas que ascienden hasta la claridad del mar, al otro lado del bosque. Y
asomarse y sentir la brisa del mar que aún no se ve.
Y ahora sí.
El horizonte azul.
Cómo se
resiste a que le haga fotos. Como los pájaros, esquivos en el aire, como las
luciérnagas que se apagan en la oscuridad.
Bajar a la
playa y caminar descalzos. Un chapuzón. La vara de avellano y el bastón
junto a las mochilas sobre la arena.
La inmensa
playa no se inmuta con los turistas y su algarabía. El mar menos.
Caminamos buscando
algún sitio donde comer. Qué tarde. Al final en el Custom. Qué rico cuando
estás aquí.
Decidimos despacio,
decidimos rápido. Decidimos fácil porque siempre estamos de acuerdo. Porque
estamos juntos.
Un
superbatido y helado en la Posada. Charlamos con el sol afuera.
Hay algo que
brilla en la palabra que va y se recoge. Algo transparente en el silencio que
la sucede.
De vuelta en
la playa el cielo se nubla. Aun así la temperatura es buena. Ella nada y por
momentos la pierdo de vista. Es como un pequeño eclipse. Un desasosiego
pasajero que no puedo evitar.
Me gusta mirarla.
Sin palabras, sin pensar. Sin mí. En total libertad, es un ser más de la
naturaleza que vive y transita al margen de mí. Haciendo solo lo que la hace ser
ella misma. Nadar, caminar, dormir, volar, florecer…
Salir en la
noche a buscar luciérnagas. Y encontrarlas. Es un milagro. En la oscuridad del
bosque. Es un milagro. Cosquillas luminosas en la palma de la mano. Sin ver nunca
al insecto que la regala.
Ver solo la luz.
Mientras todo a su alrededor aguarda en la oscuridad completa.
Volviendo a
casa la llamada del cárabo. Luego su silencio.
Hay días….
Hay días tan profundamente claros como ella.
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