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さて、どちらへ行かう風がふく

bien... ¿a dónde ir...?
...el viento
sopla...


09 mayo 2006

Bstrm II 熊 kuma



Dicen que a los osos no les gustan las sorpresas. Yo, de hecho, cuando voy por las tundras del Yukon pescando salmones siempre silbo melancólicas tonadas. Hablan siempre de amores perdidos, de exilios .... Bueno. Eso a los osos se la trae floja claro, lo que cuenta es que me oigan desde lejos y se aparten, o se dejen ver para apartarme yo.
No sé que rayos quería explicar a cuenta de los osos y se me ha olvidado. Bueno, creo que era algo así como que... ¡Ah no! Ya me acuerdo.
La previsibilidad. Eso era. Me pregunto por qué no cejamos nunca de buscar la originalidad en los demás y sobre todo en nosotros mismos cuando en realidad lo que nos conviene es la previsibilidad.
¿Acaso olvidamos que tras nuestra dulce faz y modales exquisitos se esconde una mala bestia indomable?
Es mejor poner las cosas claras desde el principio: "Mira, aparte de todo lo estupendo que te imaginas, también soy un capullo sublime, un narcisista irredento, un tacaño rayano en lo maniático, un abyecto egoísta y un gilipollas a tiempo completo, ah y me huelen los pies peor que un depósito de cadáveres." Bueno, esto es un ejemplo claro. Yo no soy así para nada. Y Walter tampoco. Y ninguno de mis compadres.
Bueno, a lo que íbamos, si tú dices eso así de sopetón lo más probable es que te manden a tomar por el saco. Si tu interlocutor-a es medianamente inteligente se quedará un poco anonadado-a pero luego comprenderá. Y además las discusiones y encontronazos serán cosa del pasado. Qué mejor que ver venir al oso (siguiendo con el tema del oso) para evitar problemas.
Si lo ves y además te dice lo que va a hacer y sus neuras, si es previsible en suma, pues no tienes por qué liarte a discutir y jamás te atizará una puñalada por la espalda.
Si te dejas pillar por el oso (sí que da juego el plantígrado este) es que eres más ingenuo que Favila.
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Yo no supe hacerme previsible ante Ella. Nunca supe ganarme su confianza, su respeto. No fui capaz de ver su verdad. Y al final le clavé por la espalda un estilete de hielo. Y lo que es peor, nunca me di cuenta que lo hacía.
Esta tarde estuve borrando algunos de sus mail. Aparecieron en una carpeta olvidada, como mensajeros fantasmales de un más allá que está muy aquí.
Después miré la lluvia, cómo se perdía para siempre convertida en agua. Después pensé en lo previsible y lo imprevisible, en el azar y en el destino. Después pensé en osos.

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