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さて、どちらへ行かう風がふく

bien... ¿a dónde ir...?
...el viento
sopla...


29 marzo 2020

Una primavera sin nosotros


“Estaba pensando aquí desde el balcón que cada día es diferente en la naturaleza.
Una determinada combinación de luz, de temperatura del aire...cada día distinto.
Las casas por dentro son como siempre iguales.”

Un whatsapp en la mañana. Ella. El mar. Allí.

Confinamiento. Lo inimaginable hace tan sólo unos cuantos días.

 Un marzo sin marzo. La primavera sin nosotros.


Sólo comprar comida, farmacia, trabajo … Multas, el ejército en la calle. No es una película. Lo mejor y lo más estúpido de nosotros mismos sale cada día a la calle sin calles.

El corazón humano. Siempre al borde de la catástrofe. Huérfano de algo que intuye y nunca llega a tocar. Una estrella que implosiona, una estrella que explota, reventando de brillo, para iluminar el universo entero. Entre el agujero negro y la supernova. inabarcable y que lo abarca todo. Acogiendo toda la oscuridad del cosmos y la mirada inquieta del buscador.

Qué extraños estos días… Y estas noches. Duermo mal y me despierto pronto. Aniquiladas las rutinas, dejarse llevar hacia una extraña ataraxia.

Luminosa la mañana sin nadie en la calle. Es verdad, esa combinación de la luz… El sonido de mis propios pasos hacia el súper. Qué pequeños.

El sonido de una persiana. Un anciano en una ventana de un tercer piso. Parecemos únicos habitantes de esta mañana, varados sin saber en la luz de esta mañana. Siento de pronto el impulso de saludar. No sé. De decir “no estamos solos”. De abrazar. De abrazar el aire tal vez. Como un pájaro.

Pavesas de un solo fuego. Ahora lo sabemos. En la necesidad de los otros. De los desconocidos que nos hacen lo que somos. Sin saberlo. El nosotros que titila en la oscuridad anhelando la misma luz que nos conforma.


Es la soledad y no el bosque lo que impulsa a saludar a un desconocido. El mundo humano convertido en bosque de pronto. La nieve más blanca y el agua más cristalina. Qué claro el canto de los pájaros, la voz tenue de las abejas. Es el propio aire más transparente, más lejano.
Se ha hecho de pronto el mundo más mundo sin nosotros.


 Más humano.

El bosque, bosque al fin.




 Soy un náufrago, como anhelaba de niño, dejando crecer la barba, qué escasa, y renunciando a los adornos. Al rescate. Contemplando sin prisa el lento transcurso de las horas, su peso. Las infinitas combinaciones de la luz en el lejano aire de la mañana. Envuelto en la temperatura de la frágil presencia de la primavera sobre mi piel.

Las casas siempre iguales por dentro. Tal y como la dejaste al salir, así al volver.

Como nosotros. Aire viciado, polvo, cuando somos incapaces de salir de nosotros mismos. Qué tristeza volver una y otra vez a uno mismo y encontrarse así, tal y como fuimos antes del viaje.

Cada día distinto, cada día igual. Mi solitario corazón, qué tímido, asomándose al balcón de una naturaleza sin mí.  Mirando de soslayo lo que soy.



La luz del pájaro en la voz de la mañana.

Luego nada.




Aplausos a las ocho. Luces de navidad en la ventana.

Quizá algo está naciendo ahora mismo sin que nos demos cuenta. Quizá la luz.

Un abrazo. Al desconocido en la ventana, al de cada día. A ti, quien quiera que seas, aunque desvíe la mirada. Al aire tibio de primavera.

Un abrazo en mitad del bosque.













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