“Estaba
pensando aquí desde el balcón que cada día es diferente en la naturaleza.
Una determinada combinación de luz, de temperatura del aire...cada día distinto.
Las casas por dentro son como siempre iguales.”
Una determinada combinación de luz, de temperatura del aire...cada día distinto.
Las casas por dentro son como siempre iguales.”
Un whatsapp
en la mañana. Ella. El mar. Allí.
Confinamiento.
Lo inimaginable hace tan sólo unos cuantos días.
Un marzo sin marzo. La primavera sin nosotros.
Sólo comprar
comida, farmacia, trabajo … Multas, el ejército en la calle. No es una
película. Lo mejor y lo más estúpido de nosotros mismos sale cada día a la calle
sin calles.
El corazón
humano. Siempre al borde de la catástrofe. Huérfano de algo que intuye y nunca
llega a tocar. Una estrella que implosiona, una estrella que explota,
reventando de brillo, para iluminar el universo entero. Entre el agujero negro
y la supernova. inabarcable y que lo abarca todo. Acogiendo toda la oscuridad
del cosmos y la mirada inquieta del buscador.
Qué extraños
estos días… Y estas noches. Duermo mal y me despierto pronto. Aniquiladas las
rutinas, dejarse llevar hacia una extraña ataraxia.
Luminosa la
mañana sin nadie en la calle. Es verdad, esa combinación de la luz… El sonido
de mis propios pasos hacia el súper. Qué pequeños.
El sonido de
una persiana. Un anciano en una ventana de un tercer piso. Parecemos únicos
habitantes de esta mañana, varados sin saber en la luz de esta mañana. Siento
de pronto el impulso de saludar. No sé. De decir “no estamos solos”. De abrazar.
De abrazar el aire tal vez. Como un pájaro.
Pavesas de un
solo fuego. Ahora lo sabemos. En la necesidad de los otros. De los desconocidos
que nos hacen lo que somos. Sin saberlo. El nosotros que titila en la oscuridad
anhelando la misma luz que nos conforma.
Es la
soledad y no el bosque lo que impulsa a saludar a un desconocido. El mundo
humano convertido en bosque de pronto. La nieve más blanca y el agua más
cristalina. Qué claro el canto de los pájaros, la voz tenue de las abejas. Es
el propio aire más transparente, más lejano.
Se ha hecho
de pronto el mundo más mundo sin nosotros.
Más humano.
El bosque,
bosque al fin.
Soy un náufrago, como anhelaba de niño,
dejando crecer la barba, qué escasa, y renunciando a los adornos. Al rescate. Contemplando
sin prisa el lento transcurso de las horas, su peso. Las infinitas combinaciones
de la luz en el lejano aire de la mañana. Envuelto en la temperatura de la frágil
presencia de la primavera sobre mi piel.
Las casas siempre
iguales por dentro. Tal y como la dejaste al salir, así al volver.
Como
nosotros. Aire viciado, polvo, cuando somos incapaces de salir de nosotros mismos.
Qué tristeza volver una y otra vez a uno mismo y encontrarse así, tal y como
fuimos antes del viaje.
Cada día
distinto, cada día igual. Mi solitario corazón, qué tímido, asomándose al
balcón de una naturaleza sin mí. Mirando
de soslayo lo que soy.
La luz del
pájaro en la voz de la mañana.
Luego nada.
Aplausos a
las ocho. Luces de navidad en la ventana.
Quizá algo
está naciendo ahora mismo sin que nos demos cuenta. Quizá la luz.
Un abrazo.
Al desconocido en la ventana, al de cada día. A ti, quien quiera que seas, aunque
desvíe la mirada. Al aire tibio de primavera.
Un abrazo en
mitad del bosque.
Muy hermoso
ResponderEliminarMuchas gracias. Eres muy amable.
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