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さて、どちらへ行かう風がふく

bien... ¿a dónde ir...?
...el viento
sopla...


16 junio 2008

El príncipe de las nubes


El Albatros siempre me ha parecido uno de los poemas más tristes que haya leído nunca. Dicen que Baudelaire lo escribió durante un viaje en barco. No sé.
A veces la pena se me ramifica en el alma, como un arbusto que florece. Flores del mal efectivamente. Y no sé que me da más pena, si esto o lo otro, o lo de más allá…
Recuerdo que cuando leí ese poema no supe quién me daba más pena, si el pobre pájaro atrapado y torturado sobre la cubierta del barco o la ignorancia brutal de los marineros. Recuerdo un fragmento en especial:


El poeta es como el príncipe de las nubes
Que habita la tormenta y se ríe del arquero;
Exiliado sobre el suelo, en medio del griterío,
Sus alas de gigante le impiden caminar.



“Príncipe de las nubes”. Bonito título para un ave que apenas toca el suelo en su vagabundeo de meses sobre los océanos. A pocos metros sobre las olas la leve brisa salina le mantiene en el aire sin batir apenas las alas.
Supongo que en mi extraña imaginación el albatros siempre ha sido la libertad con forma de ave marina.

Existe un cormorán en Las Galápagos que no puede volar. Sus alas atrofiadas son el resultado de miles de años de evolución. Un pájaro que se alimenta en el mar, en una isla donde no hay (había) depredadores, ¿para qué necesita volar? Volar se convierte en un despilfarro energético.

En una rama de mi alma habita este pájaro. No sé por qué. A veces me da pena verlo andar torpemente por las rocas volcánicas. Es como si en el camino de la evolución se hubiera quedado a medio camino. Ni en el aire ni en la tierra, ni siquiera en el agua. No es un albatros, tampoco es un pingüino.

A veces, sólo a veces, yo me siento un poco así. A mitad de un camino que ignoro. Trastabillando descalzo sobre la piedra desnuda. Contemplando las nubes mientras el salitre marino reseca mi boca. Sin saber muy bien de dónde vengo ni a dónde voy, como una ola de un continuo atardecer, que va y viene, y va…
Quizá el albatros es demasiado hermoso, quizá la libertad es demasiado poética. Quizá vuelan demasiado alto, demasiado lejos, para los ojos que miran y no ven, que duermen sin comprender.

Lejos de las olas que murmuran, exiliado de la luz que habita la tormenta, muy pocos albatros, príncipes de las nubes, he conocido en mi vida. Y sin embargo cuántos cormoranes patosos, extraviados, caminando junto a mí a lo largo de la orilla…

2 comentarios:

  1. vaya... soy de esos cormoranes...

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  2. Aquí, otra cormorana más que sueña con despegar...¿cuándo vamos a ser conscientes de nuestras alas? cuando se nos quite el miedo a volar.

    Un beso Mo...

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