·

さて、どちらへ行かう風がふく

bien... ¿a dónde ir...?
...el viento
sopla...


14 marzo 2013

bajo la nieve de marzo



Era ya un perro viejo. Un viejo mastín que siempre tuvo problemas de oído, qué pobre, que se acercaba bonachón a la puerta de la granja moviendo despacito la cola. Yo lo vi en alguna ocasión. Y él me miró también, con sus ojos tranquilos.

Era un perro viejo de esos que yo diría tiene cara de buena persona. Un viejo peludo que dormía sobre la nieve como si tal cosa.

Una mañana, este invierno, estaba tumbado en su rincón de siempre sin atender a las llamadas. Viejo mastín, buena gente…

Su madre está enterrada desde hace ya años en el terreno de la propia granja. Lo llevaron allí. Al mismo lugar. Y allí, justo allí, estaba sobre la nieve el rastro de que alguien había escarbado sobre la nieve, un poco solo, lo suficiente apenas para dejar al descubierto la tierra entre la nieve, casi como una caricia.

Solo pudo ser él. Solo pudo ser esa misma noche puesto que había nevado el día anterior.

Qué cosas. Qué cosas tienen los animales dijimos mientras comíamos y nos contaron la historia, la triste noticia de la muerte de Fuco. Ahí mismo, en el pueblo de la sierra, junto a la granja. Esta misma semana.

Qué cosas. Qué cosas tienen los animales…

Esa misma mañana yo había estado en el cementerio. En la ciudad. El frío era tan intenso que ni siquiera me quité los mitones cuando me puse a arreglar las flores. ¿Qué decir? Qué decir cuando apenas piensas en nada…. Que cómo pasa el tiempo piensas para ti. Que a lo mejor las margaritas quedan mejor sobre las rosas, o no, las caléndulas. En las buenas personas, en ellos, en la buena gente…

Mientras hablábamos en la comida del viejo mastín me vi a mí mismo aquella misma mañana rascando con la uñas los restos de la etiqueta del tiesto. Estaban muy pegados y tuve que rascar y rascar. Me levantaba, miraba, nada, seguía sucio, me volvía a acuclillar y seguía rascando. Una breve cellisca vino, y se fue, mientras yo seguía encogido con mi abrigo y mi capucha.



Por la noche, mientras no dormía, no podía dejar de pensar en el viejo mastín escarbando suavemente sobre la nieve. No sabemos nada. No tenemos la más mínima idea de lo que nos rodea. Toda nuestra vanidad no sirve de nada ante el misterio de un perro escarbando en la vieja tumba de su madre. Recordé de pronto el poema medieval con el que comencé este blog:

Murieron los hombres, y murieron las bestias,
y a los dos se les ofreció lo mismo:
es la misma muerte la que se los lleva,
y no se encarnan más que una vez.
Y es siempre igual:
la única diferencia es que el hombre es más ingenioso.
¿Quién puede decir que su alma vuela al cielo,
y la de las bestias se disuelve?
¿Qué sabe nadie de los pensamientos de las bestias,
o cómo rezan invocando a quién las creó,
sino Dios sólo, que conoce su lengua?

No sé por qué comencé con el anónimo autor del siglo XIII que escribió en el Manuscrito Vernon. Comencé a escribir este blog, y todos los demás, solo por escribir, como terapia, literalmente. Quizá resonó en mí entonces lo mismo que el otro día, escuchando la historia del viejo Fuco. Algo misterioso, sobrecogedor.



Esta mañana, mientras escuchaba música, miraba desde la ventana la nieve sobre las montañas. No lejos de la ciudad, otra ciudad. Lejos ya de la granja, del monte. No sé por qué pero al escuchar esta melodía de Milladoiro, “Invernia”, he vuelto a pensar en Fuco, en mí, en la nieve de marzo, al borde la primavera... en alguien que escarba sobre la nieve, un poco solo, lo suficiente apenas para dejar al descubierto la tierra entre la nieve, casi como una caricia…

Lo mismo se nos ofrece y lo mismo podemos ofrecer. Nada sabemos de los pensamientos de las bestias, o cómo rezan invocando a quién las creó. A quien nos creó. Quién nos creó... Condenados a perder a quienes nos crearon. Condenados a escarbar en la blanca realidad del mundo que nos separó de ellos. A buscar. A buscar…

Tú, Tú que conoces la lengua de las bestias y de todas las cosas ¿estás ahí? ¿aguardando bajo la nieve la invocación de unas manos desnudas que te buscan en la tierra? casi como una caricia…


sin dejar de mirar
los restos de nieve
el olor de la tierra





haiku el olor de la tierra

 


 



3 comentarios:

  1. Muy conmovedor, Félix.
    Y esa misma perplejidad, la misma incógnita, por ese camino del viento donde no quedan nuestras huellas... solo el eco de nuestros pasos y nuestras voces, compartiendo el misterio de los seres que acompañamos y nos acompañan.

    Hermoso tema musical. Muchas gracias.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Gracias por esta belleza de entrada Momiji _/\_

    ResponderEliminar
  3. Muchas gracias por comentar, sois muy generosos.
    Ya lo creo Carlos. Compartiendo el misterio.

    Abrazos

    ResponderEliminar