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さて、どちらへ行かう風がふく

bien... ¿a dónde ir...?
...el viento
sopla...


19 diciembre 2008

El pescador VI

¡Mira! ¿La ves? Es la mantis religiosa, estática y casi invisible entre la hierba, aguardando a su presa. Ahí la tienes, la encarnación de la fatalidad, pero tan bella... guardando eterna reverencia ante la creación. Es el único animal que siempre bendice los alimentos antes de empezar a comer. Su pasión y apetito por la vida es tan desenfrenado que devora incluso a sus amantes. Su beso en el cuello es tan ardoroso y arrebatado...

¿Cruel? No hijo. La crueldad es atributo exclusivamente humano. Sólo nosotros somos conscientes de ella y del dolor que provocamos en nuestros semejantes.

No juzgues a los demás con los ojos del fiscal. Juzga sí, porque quien tiene juicio y entendimiento debe asumir la responsabilidad de juzgar, y por tanto de ser juzgado. Te diría no obstante que jamás confundas juzgar con condenar. Y te diría además que no olvides que la justicia de los hombres camina vacilante con una venda en los ojos y una balanza en una mano. Y en la otra mano empuña una espada, como los jinetes del Apocalipsis, carentes de piedad.

Cuando juzgues, hijo, hazlo sin vendas en los ojos, mantenlos bien abierto, mientras miras a la cara a quien juzgas, buscando con tu mirada su mirada. Juzga siempre con la mirada con la que tú quisieras ser juzgado. Con la mirada del alma.

Fíjate en esa oruga que se acerca entre la hierba, puedes pensar que es un triste gusano que arrastra su vientre sobre el polvo o puedes ver a una mariposa todavía sin alas. Porque puede que no lo sepas, pero la inteligencia no nos fue dada para fabricar torpes artefactos sin gracia, nos fue dada para imaginar, para ver más allá del opaco cuerpo de las orugas. Olvídate del sentido común, el más desilusionante de los sentidos, y haz caso siempre de los ojos de tu alma que verán cosas que todos los siglos de conocimientos de los hombres no han podido ni soñar.

Descubre todas las mariposas que se ocultan en todas las orugas, porque has de saber hijo, que en el interior de todos nosotros, tristes gusanos a los ojos de la mayoría, laten las alas de las mariposas, plegadas ahora en algún rincón del alma, pugnando por desplegarse y comenzar a volar. Aguardan tan sólo la mirada precisa, la adecuada. La mirada del corazón. Quizá la tuya.

Volvamos al río ahora que atardece. Puedes notar como, tras el intermezzo del mediodía, la melodía de la vida se encamina nostálgica hacia los suaves acordes dorados del crepúsculo. Es el tiempo de la dulce melancolía, esa extraña languidez a la que te abandonas perezosamente mientras el alma vuela silenciosa hacia el interior de ti mismo.

Escucha el rumor del río con todos los seres que lo habitan, el murmullo de todas las generaciones que lo contemplaron, que pasaron pero no dejan de pasar, como él. Escucha, porque es ahora cuando el rumor del río se confunde con el susurro de tu alma y ya te es imposible distinguir si toda esa belleza serena que se desborda magnífica lo hace sobre el mundo o en el interior de ti mismo.
Ven, sentémonos aquí, echemos las cañas en este remanso. Parece que el tiempo se remansase junto con el agua, que la vida se acurrucara sobre sí misma buscando la paz y el sosiego.

1 comentario:

  1. "Volvamos al río ahora que atardece... Escucha el rumor... Escucha, porque es ahora cuando el rumor del río se confunde con el susurro de tu alma... Ven, sentémonos aquí..."

    Como el viejo Sidharta que después de una azarosa vida se sentó, y contemplando a la orilla del río por fin se dio cuenta.
    Bien, sentémonos pues aquí hermano a contemplar la Vida que somos, que nos atraviesa. Ahora.

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