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さて、どちらへ行かう風がふく

bien... ¿a dónde ir...?
...el viento
sopla...


19 septiembre 2008

El pescador IV


- ¡Mira! ¡Mira allá arriba! Observa al águila majestuosa cómo sobrevuela por encima de los oscuros pensamientos de los hombres. Viéndola así, no cabe duda que pertenece más al cielo que a la tierra. ¿Crees que a ella le importan algo las leyes de la aeronáutica? Vuela porque jamás dudó que pudiera volar. Jamás vaciló en confiarse al viento y conquistar los cielos.

Sólo el hombre necesita probar y comprobar lo que siente como cierto. Para deleitarse con el arroyo no le bastará con tenderse junto a él, escuchar su canción y contemplar su pureza cristalina. Meterá los pies, querrá tocar su fondo, lo atravesará cien veces hasta que ya no pueda ver sino la turbiedad levantada por sus pasos.

La creación no nos pertenece a nosotros solamente. Contempla. No toques jamás las alas de la mariposa.

Sí hijo, matemáticas y no poesía es lo que prima aquí abajo. ¿No darías todo lo aprendido entre los hombres por remontarte en el aire como ella, bella y elegante, aun sólo por un instante? Todo ese cúmulo de conocimientos que alimenta la vanidad del hombre pero no le sirven para elevar su alma ni en palmo sobre la tierra.

La vanidad es lo único que nos diferencia de los animales y no otra cosa. Porque ellos también tienen alma, ánima, y habitan sus propios sueños. Sólo así, eclipsados por nuestra propia sombra de vanidad somos incapaces de reconocer lo maravilloso, lo prodigioso que late a nuestro alrededor y dentro de nosotros mismos.

En fin... ¡Mira allí! Mira cómo se escabulle la culebra sigilosa entre la hierba, la más dubitativa de las criaturas. Mira cómo traza incansable sobre el suelo las interrogaciones de su indecisión. Ignora incluso si pertenece al reino del agua o al de la tierra. Ella sin embargo carece de vanidad, pues al no producir sombra alguna sobre el mundo, tampoco esta segura del todo de su propia presencia. Vive en el ámbito de lo humilde y lo sencillo, entre las flores, entre la hierba y las setas. Para acceder a ese mundo, hijo, es necesario bajar de los pedestales y colocarse a su altura, tumbado junto a las flores, con el corazón sobre la tierra.

Contempla las mil formas y colores de las setas, date cuenta que todo ese despliegue de vitalidad esplendorosa está destinada a marchitarse en pocos días. Nos traen el mensaje de la fugacidad, con sus vivos y breves colores llaman la atención sobre lo liviano, lo que parece que no tiene importancia.

Breves, bellas y fieles. Fidelidad de por vida para con su compañero que les da cobijo. Del nízcalo al pino, del champiñón al prado o del muserón al espino blanco. De la seta de cardo que renunció a su nombre propio por el de su compañero.

Cosas pequeñas y sin importancia que pueden valer una vida. A veces no bastan los sentidos para desentrañar la verdadera faz de la realidad. Ten en cuenta, por ejemplo, que son parientes cercanas la amanita cesárea y la oronja verde, la gloria de los paladares, y el aroma de la muerte.

Observa la infantil belleza de la amanita muscaria. No sé si sabrás que para los antiguos celtas resultaba fascinante y prodigioso su color rojo y blanco. Creían que eran la sobrenatural espuma solidificada que caballos diabólicos echaban por la boca en sus errantes galopadas por los bosques durante algunas noches señaladas del año. Por eso, nunca las comían, y en general, tampoco todos aquellos frutos y bayas que fuesen de color rojo.

Hijo, recuerda que no es buena la desconfianza y mucho menos el rencor. No renuncies al dulce sabor de las fresas porque una vez probaste el amargor de una mora roja.


2 comentarios:

  1. me gustan mucho estos "el pescador"...



    saludos!

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  2. Gracias :)
    En realidad lo escribí cuando era chaval, para mi padre. A él siempre le gustó aquel "regalo".

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