"Desde Gloria Fuertes (1917-1998) hasta Ben Clark (1984), desde Dionisia García (1929) hasta Silvia Abad Montoliú (1995), desde Luis García Montero (1958) hasta Rodrigo Olay (1989). Así, en un recorrido por más de cien autores, el poeta y crítico Arturo Tendero nos ofrece una panorámica esencial de la poesía publicada en España en los últimos diez años a través de una recopilación de 118 de las 700 reseñas que ha ido compartiendo en distintos lugares, como su blog El mundanal ruido.
Un poco de orden (Maresía, 2025) es una certera puerta de entrada a la poesía actual para todo aquel que quiera aproximarse a ella de una manera sencilla y cercana, pero a la vez rigurosa, y descubrir la asombrosa calidad de los versos que se escriben hoy en España."
Encontrar mi libro "Recogido en el agua" entre uno de los reseñados por Arturo Tendero en su libro "Un poco de orden" ha supuesto para mí una alegría inmensa e inesperada. No tengo palabras para expresar mi gratitud hacia el autor por tener en cuenta mis humildes divagaciones y reflexionar sobre ellas tan bellamente. Compartir libro, antología, con autores de la talla de los mencionados anteriormente, más que llenarme de orgullo me vacía de él.
Gratitud. Es esa sencilla gratitud, y a la que no acierto a poner palabras adecuadas, la que ahora mismo siento llenar mi cuerpo. Y eso, eso es muy hermoso. Gracias.
Aquí la reseña que Arturo tendero tan generosamente ha incluido en su libro:
«¿Cuánto tiempo se necesita para contemplar la lluvia? O para escuchar el sonido del viento entre el bambú. ¿Cuánto tiempo aguardará la araña sobre su seda, suspendida del cielo? ¿O cuánto tiempo necesita una gota de agua para desprenderse de la gota que la sostiene tras la lluvia? ¿Cuánto tiempo para contemplar la nada? ¿Cuánto tiempo para nombrarla?».
Félix Arce Araiz (Momiji) se ha acercado al Japón de los maestros del haiku en busca de la pureza. El resultado es este libro titulado Recogido en el agua, donde agrupa sus hallazgos en torno a títulos como el río, la montaña o el viento. Ha mezclado la prosa con el haiku. Pero se trata de una prosa con sabor a haiku, como la que ensayó el maestro Bashó en Sendas de Oku. Los japoneses llaman haibun a este género. De todos modos, a este lector le parece que, si no hay humanidad involucrada, si no se atisba la persona que hay detrás de los ojos que simplemente observan, lo que nos están contando carece de mordiente. Por fortuna, Félix Arce no siempre logra ausentarse. Confiesa miedo cuando parece a punto de diluirse: «Pienso en los chopos que agita el viento ahí fuera. Se mece mi mente perezosa con ese pensamiento. Y dentro de mí sin embargo nada se mueve ahora. Nada. Me asusta este silencio que no es mío. Esta quietud, la quietud incomprensible y terrible de una golondrina muerta». Confiesa asombro: «Ante mis ojos el mundo se muestra como una revelación, como lo que es. Porque es así. Siempre lo veo por primera vez. Pienso, pienso y siento que ya lo estoy perdiendo…» También a veces muestra frustración: «Un día, tras una noche de lluvia, la araña que vivía en mi ventana desapareció. Pasé tanto tiempo mirándola, allí, sin hacer nada, ella y yo, que creí que siempre estaría allí. Siempre… Cómo me traiciona ese “siempre”. Qué fácilmente adjudico un “siempre” a las cosas que mi corazón sabe que no duran». Una vez más, se acumula tanta observación que es necesario hurgar en la hojarasca para hallar las perlas: «A veces el mundo parece girar más deprisa y son meses los años y los recuerdos lluvia entre la hierba».