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さて、どちらへ行かう風がふく

bien... ¿a dónde ir...?
...el viento
sopla...


04 noviembre 2025

Nubes blancas

 

-¿No la vais a cortar verdad?

Una orquídea silvestre. La tarde tibia de un tiempo transparente. Nosotros dos acuclillados cómo niños mirando las flores.

No sé por qué cuando pienso en Ana María es eso lo que recuerdo. Más allá de zazenkai, teisho, sesshin…

Orquídeas, abejarucos, hinojo…

La que sería mi mujer estaba allí entonces, acuclillada junto a mí. La que sería mi maestra estaba allí también. Sonriente. Preguntando.

Ana María, Ki'un-An, "Nube Radiante".



Una sonrisa, como el vuelo de los abejarucos que miraba yo en verano. En los sesshin. Comprobando asombrado cómo el aire sostenía su gorjeo que venía de pronto, para desaparecer después. Y solo el cielo vacío de verano, con todo su silencio, llegaba entonces.

Y allí mismo, de noche, en un zazen imposible, escuchando el canto aflautado del ¿autillo? ¿sapo partero?

Mi niñez. Allí estaba entonces. Aquel canto desvaneciéndose en el silencio. Hace tantos años oído de acampada junto a un río lejano…

El hinojo cortado en el samu, mi padre guardando sus flores en los bolsillos del niño que era yo entonces, hierba que muere y perfuma el aire.

La soledad

Nosotros



Todos los veranos

Su silencio



Lo que fue y lo que sería después.



Allí estaba entonces mientras contemplábamos las orquídeas. Las delicadas orquídeas. Nuestro transparente corazón.



Esta sed apacible… con el olor de la lluvia ya sobre mi piel, pero sin saber aún dónde caerá, dónde se remansará.

Buscando nada. En las nubes deshaciéndose lentamente en una tarde de verano, en el silencio que aguarda entre cada uno de mis pensamientos.

En cada una de las cosas que dejan de ser, mansamente, para comenzar a ser otra cosa.

En todos los comienzos.

Como un niño entre las flores.  



Somos nada. Pero no estamos solos. Y cada cosa que habita el mundo nos lo recuerda.

Hinojo, abejarucos, orquídeas…

Nubes…

Algo en la luz de aquella tarde mirando las orquídeas silvestres perfilaba el contorno de las nubes. Radiante.

Ahora lo sé aunque entonces no lo vi.



Algo bueno, luminoso, habita nuestro corazón. Misterioso y tímido. Que no sabe y calla. Que aguarda y escucha. Un poco asustado a veces. Libre. Como un abejaruco que explora el aire en las tardes azuladas de verano.





Nubes y escampadas, alborada y crepúsculo, se renuevan sin cesar.
Ya he hecho entrega de mi cuerpo al vacío.
En su vagar sin intención
las nubes blancas se asemejan al hombre que las contempla.

Tsu Dongpo





En memoria de Ana Mª Schlüter Rodés, maestra Zen del Zendo Betania.  






 

 







 

24 junio 2025

Poesía para llevar. Programa educativo en los centros de enseñanza de Aragón.


Un honor inesperado, un regalo. Gracias por contar con algunos de mis haikus para llevar a cabo una actividad tan hermosa. Qué belleza, qué frescura, en los comentarios de los alumnos y alumnas que han participado en el taller literario.

Qué fortuna ver a través de sus ojos nuevos mis haikus, mis palabras diciendo mucho más de lo que dijeron. Como guijarros arrojados en un estanque antiguo. Sentir el agua inquieta devolviendo a la vida los juncos de la ribera, las espadañas y sus libélulas. 

Muchísimas gracias a Celia Barrio y y demás docentes del IES Blecua de Zaragoza. Y sobre todo a su alumnado. Gracias por su entusiasmo y sensibilidad. Por su transparencia.


https://poesiaparallevar.catedu.es/n-o-9g-haikus-de-felix-arce/










16 junio 2025

Un poco de orden. Reseñas de poesía española (2014-2024)



"Desde Gloria Fuertes (1917-1998) hasta Ben Clark (1984), desde Dionisia García (1929) hasta Silvia Abad Montoliú (1995), desde Luis García Montero (1958) hasta Rodrigo Olay (1989). Así, en un recorrido por más de cien autores, el poeta y crítico Arturo Tendero nos ofrece una panorámica esencial de la poesía publicada en España en los últimos diez años a través de una recopilación de 118 de las 700 reseñas que ha ido compartiendo en distintos lugares, como su blog El mundanal ruido.

Un poco de orden (Maresía, 2025) es una certera puerta de entrada a la poesía actual para todo aquel que quiera aproximarse a ella de una manera sencilla y cercana, pero a la vez rigurosa, y descubrir la asombrosa calidad de los versos que se escriben hoy en España."





Encontrar mi libro "Recogido en el agua" entre uno de los reseñados por Arturo Tendero en su libro  "Un poco de orden" ha supuesto para mí una alegría inmensa e inesperada. No tengo palabras para expresar mi gratitud hacia el autor por tener en cuenta mis humildes divagaciones y reflexionar sobre ellas tan bellamente. Compartir libro, antología, con autores de la talla de los mencionados anteriormente, más que llenarme de orgullo me vacía de él. 

Gratitud. Es esa sencilla gratitud, y a la que no acierto a poner palabras adecuadas, la que ahora mismo siento llenar mi cuerpo. Y eso, eso es muy hermoso. Gracias.



Aquí la reseña que Arturo tendero tan generosamente ha incluido en su libro:  


«¿Cuánto tiempo se necesita para contemplar la lluvia? O para escuchar el sonido del viento entre el bambú. ¿Cuánto tiempo aguardará la araña sobre su seda, suspendida del cielo? ¿O cuánto tiempo necesita una gota de agua para desprenderse de la gota que la sostiene tras la lluvia? ¿Cuánto tiempo para contemplar la nada? ¿Cuánto tiempo para nombrarla?».


Félix Arce Araiz (Momiji) se ha acercado al Japón de los maestros del haiku en busca de la pureza. El resultado es este libro titulado Recogido en el agua, donde agrupa sus hallazgos en torno a títulos como el río, la montaña o el viento. Ha mezclado la prosa con el haiku. Pero se trata de una prosa con sabor a haiku, como la que ensayó el maestro Bashó en Sendas de Oku. Los japoneses llaman haibun a este género. De todos modos, a este lector le parece que, si no hay humanidad involucrada, si no se atisba la persona que hay detrás de los ojos que simplemente observan, lo que nos están contando carece de mordiente. Por fortuna, Félix Arce no siempre logra ausentarse. Confiesa miedo cuando parece a punto de diluirse: «Pienso en los chopos que agita el viento ahí fuera. Se mece mi mente perezosa con ese pensamiento. Y dentro de mí sin embargo nada se mueve ahora. Nada. Me asusta este silencio que no es mío. Esta quietud, la quietud incomprensible y terrible de una golondrina muerta». Confiesa asombro: «Ante mis ojos el mundo se muestra como una revelación, como lo que es. Porque es así. Siempre lo veo por primera vez. Pienso, pienso y siento que ya lo estoy perdiendo…» También a veces muestra frustración: «Un día, tras una noche de lluvia, la araña que vivía en mi ventana desapareció. Pasé tanto tiempo mirándola, allí, sin hacer nada, ella y yo, que creí que siempre estaría allí. Siempre… Cómo me traiciona ese “siempre”. Qué fácilmente adjudico un “siempre” a las cosas que mi corazón sabe que no duran». Una vez más, se acumula tanta observación que es necesario hurgar en la hojarasca para hallar las perlas: «A veces el mundo parece girar más deprisa y son meses los años y los recuerdos lluvia entre la hierba».