-¿No la vais a cortar verdad?
Una orquídea silvestre. La tarde tibia de un tiempo transparente. Nosotros dos acuclillados cómo niños mirando las flores.
No sé por qué cuando pienso en Ana María es eso lo que recuerdo. Más allá de zazenkai, teisho, sesshin…
Orquídeas, abejarucos, hinojo…
La que sería mi mujer estaba allí entonces, acuclillada junto a mí. La que sería mi maestra estaba allí también. Sonriente. Preguntando.
Ana María, Ki'un-An, "Nube Radiante".
Una sonrisa, como el vuelo de los abejarucos que miraba yo en verano. En los sesshin. Comprobando asombrado cómo el aire sostenía su gorjeo que venía de pronto, para desaparecer después. Y solo el cielo vacío de verano, con todo su silencio, llegaba entonces.
Y allí mismo, de noche, en un zazen imposible, escuchando el canto aflautado del ¿autillo? ¿sapo partero?
Mi niñez. Allí estaba entonces. Aquel canto desvaneciéndose en el silencio. Hace tantos años oído de acampada junto a un río lejano…
El hinojo cortado en el samu, mi padre guardando sus flores en los bolsillos del niño que era yo entonces, hierba que muere y perfuma el aire.
La soledad
Nosotros
Todos los veranos
Su silencio
Lo que fue y lo que sería después.
Allí estaba entonces mientras contemplábamos las orquídeas. Las delicadas orquídeas. Nuestro transparente corazón.
Esta sed apacible… con el olor de la lluvia ya sobre mi piel, pero sin saber aún dónde caerá, dónde se remansará.
Buscando nada. En las nubes deshaciéndose lentamente en una tarde de verano, en el silencio que aguarda entre cada uno de mis pensamientos.
En cada una de las cosas que dejan de ser, mansamente, para comenzar a ser otra cosa.
En todos los comienzos.
Somos nada. Pero no estamos solos. Y cada cosa que habita el mundo nos lo recuerda.
Hinojo, abejarucos, orquídeas…
Nubes…
Algo en la luz de aquella tarde mirando las orquídeas silvestres perfilaba el contorno de las nubes. Radiante.
Ahora lo sé aunque entonces no lo vi.
Algo bueno, luminoso, habita nuestro corazón. Misterioso y tímido. Que no sabe y calla. Que aguarda y escucha. Un poco asustado a veces. Libre. Como un abejaruco que explora el aire en las tardes azuladas de verano.
