El
templo zen de Ryôanji en Kyoto, patrimonio de la humanidad, es famoso
entre otras cosas por su jardín seco. Quince rocas distribuidas en tres
grupos flotando sobre una superficie blanca de gravilla rastrillada
primorosamente.
Cuentan que es imposible ver las quince rocas al mismo tiempo. Siempre al menos una queda oculta tras otra. Se ha especulado muy mucho sobre el significado de esto. Y de aquello.
Yo no sé... Transmite paz. Eso lo puedo asegurar. La blancura de las hondas de gravilla remansándose entre las rocas ribeteadas de musgo... la nada que parece flotar sobre las propias rocas que flotan... no sé...
Dicen también que lo mejor es ir bien temprano para que no haya gente. Uf... Yo lo intentaría pero pero... De todas formas aunque sé que el Templo del Dragón Tranquilo (es lo que significa Ryôanji) no fue diseñado pensando en hordas de turistas también intuyo de alguna manera que todo eso no importa, que quien quiera que diseñara esta maravilla sospechaba, también de alguna manera, que el vacío reluciente de todas las cosas habita siempre y en todo lugar o circunstancia.
Mirar estas rocas y estos rostros, sabiendo que siempre hay un algo que se nos escapa detrás de cada uno, que no veremos jamás, es acariciar ese dragón tranquilo que está aquí, ahora, contemplándonos en silencio, en el profundo silencio del mundo.
Cuentan que es imposible ver las quince rocas al mismo tiempo. Siempre al menos una queda oculta tras otra. Se ha especulado muy mucho sobre el significado de esto. Y de aquello.
Yo no sé... Transmite paz. Eso lo puedo asegurar. La blancura de las hondas de gravilla remansándose entre las rocas ribeteadas de musgo... la nada que parece flotar sobre las propias rocas que flotan... no sé...
Dicen también que lo mejor es ir bien temprano para que no haya gente. Uf... Yo lo intentaría pero pero... De todas formas aunque sé que el Templo del Dragón Tranquilo (es lo que significa Ryôanji) no fue diseñado pensando en hordas de turistas también intuyo de alguna manera que todo eso no importa, que quien quiera que diseñara esta maravilla sospechaba, también de alguna manera, que el vacío reluciente de todas las cosas habita siempre y en todo lugar o circunstancia.
Mirar estas rocas y estos rostros, sabiendo que siempre hay un algo que se nos escapa detrás de cada uno, que no veremos jamás, es acariciar ese dragón tranquilo que está aquí, ahora, contemplándonos en silencio, en el profundo silencio del mundo.
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