“Castañas asadas. En casa mi abuela las hacía todos los inviernos y eran deliciosas.” Desde otro continente, otra estación, el mensaje de una amiga.
“Rompiendo escarcha en cada pisada. Dos sonidos muy tenues el de la escarcha y el crepitar. Me gusta mucho.”
A mí también me gusta esa palabra. Crepitar. Me gustan las palabras con algo de onomatopéyicas. A veces me imagino las primeras palabras así, como imitaciones sonoras de otros sonidos.
Como las primeras palabras de un niño. Guau guau. Pío pío.
Gansos salvajes. Más allá del vallado diferente el color de la hierba.
¿Cuál sería el nombre de una mañana como esta? Su primer nombre.
La quietud de una mañana de sol y escarcha. La soledad de cada gota reluciendo sobre las hojas de las plantas. Su silencio.
Mi amiga lejana, tan cercana, es poeta y quizá tenga una palabra. Un primer nombre. Con su mirada de niña podría decir, quizá, cada cosa por primera vez. Un haiku.
Su silencio.
No sé.
Caminar sin intención alguna. Sobre el brillo de la escarcha que ya se deshace sin más. Caminar hasta el agua quieta que lo refleja todo. Que nada tiene, salvo su transparencia.
En el interior de la granja, la cara de una de las vacas iluminada por el sol de la mañana.
Parecen crepitar, los cardos secos, con la tenue brisa que llega desde el otro lado de la montaña. Qué altos. Diría un niño. Diría yo con las primeras palabras. O no diría nada. Crepitaría. Seguro que algo, sin nombre, crepitaría dentro de mí entonces.
Ahora. En una mañana de sol y escarcha. Sin palabra.
En lo alto un caballo blanco. Hasta el mar se extiende el verdor de la hierba.
Preciosas descripciones Momi
ResponderEliminarEs maravilloso imaginar los contrastes que disfrutas y nos comparte: el caballo blanco en la pradera verde y mas alla el mar❤️
Gracias! Qué bien que puedas imaginar. Una manera bonita de acompañarme.
EliminarUn abrazo
¡Qué hermosa descripción, querido amigo! Como siempre.
ResponderEliminarEs verdad: hay palabras cuyo sonido nos remite a lo primigenio. A aquel balbuceo inicial procurando reproducir aquello que los sentidos informaban.
En tanto, conmueve leerte. Es como estar acompañándote por esos paisajes (sin que tú lo sepas).
¡Gracias, momiji!
Un gran abrazo.
Gracias Juan Carlos. Y qué placer estar acompañado, aunque no me de cuenta. Muchas gracias por estar.
EliminarUn abrazo grande