Zazen de la mañana, sin darme cuenta espero la llegada del colirrojo.
Subir una montaña. Después bajarla.
Caminar sin más. A lo largo del valle las sombras de las nubes, apenas parecen moverse.
Hacer nada. Sin intención alguna. Eso decía mi maestra zen. Solo estar. Estar en disposición. Sentarse en zazen. Aguardar. Solo eso podemos hacer. Sin hacer.
A la ida y a la vuelta. Echado en la misma postura el viejo mastín. El sol de la mañana.
A lo largo del camino un viento que está y no está. Solo en las hojas secas de roble, esas pocas que quedaron en las ramas tras el otoño, se intuye su voz. Un ligero crepitar. A veces lo oigo. Otras no.
Se abre el día, sentado en zazen. El lento movimiento de una pequeña babosa hacia el jardín.
En lo alto de la montaña. Mi voz diciendo “una pareja de buitres.”
Un viento que parece amainar. Que calla. Que parece aguardar algo.
En el fondo del valle el brillo de las escorrentías entre la hierba.
Como un niño que juega. Con toda su determinación. Con toda su despreocupación. Esa es la actitud.
Sí. Creo que era así. Eso decía mi maestra zen.
Una naranja al pie de la ladera. Apoyadas en un roble, los tutores de las tomateras.
Es realmente hermoso, también extraño, darte cuenta de que caminas sin más. Que no vas a ninguna parte. Escuchar. Que te sorprenda tu voz. O la del viento.
Detenido en el camino hasta el último giro del vuelo del milano. Continúa un repique de campana que no sé qué significa.
Aguardo, dentro de mí aguardo algo sin esperar nada. Algo que no depende de mí. Solo estar en disposición. Recogido en la quietud y el silencio. Sentado en zazen, haciendo nada. Sin nada que poder hacer.
Bordeando el camino, al otro lado de los árboles la llamada de los gansos salvajes.
Recortado contra el cielo un nido de velutinas.
Siempre es un “de pronto”. Siempre una voz que no esperas. Una presencia. Un camino que no acaba.
Huerto de frutales. Sin esquilar del todo una de las ovejas.
La marca de un alambre en el tronco del eucalipto.
¿Quién aguarda a quién? ¿De quién la voz que a veces dice, que a veces calla?
De nuevo el viento, un poco más allá, entre las hojas del eucalipto.
Aún de noche, la inesperada llegada del colirrojo.
Te siento ligero. Leo tus palabras y me viene la palabra 'transparente'. "Que deja pasar la luz y permite ver a través de su masa lo que hay detrás".
ResponderEliminar¿Pero qué hay detrás, o delante, que no sea esa Luz?
Una vez, en Caldevilla, hace años, meter la mano en agua fría en el pilón de la fuente, sacarla mojada y no haberse mojado a la vez. ¿Contradicciones zen o una sencilla evidencia?
La mariposa que revoloteaba entre las flores. Aquellas con forma de corazón en la senda que ascendía a la carretera. Se daba en aquel ahora, entonces. La luz adoptaba innumerables formas. En un ahora de hoy un pastor se ha sentado en el tronco cortado de un árbol a comer mientras pastaban sus ovejas. No tenía prisa. Los perros sentados también a su lado. Después, a cámara lenta, se ha levantado. El pastor, los perros y las ovejas han desaparecido de la escena. Parecían saber en cada momento qué hacer y adónde ir. También de qué manera. Luz en la luz, como niños que juegan, sí, encarnando el juego en sus cuerpos, y al mismo tiempo libres y desenfadados...
¿Qué te ha pasado últimamente para escribir así? Siempre me atraviesas, pero ahora estás tan desnudo, tan sin hojas, que....
:) Pues no sé... no sé qué me ha pasado o si de verdad algo ha pasado o cambiado. Las hojas caen, las hojas vuelven a brotar. Eso es todo.
EliminarLuz en la luz, palabra en la palabra. Cosas que dan lugar a otras cosas. Acontecimientos. Es muy hermoso tu relato acerca del rebaño de ovejas, y de sus perros, y de su pastor. Y del agua fría del pilón y las manos mojadas. O no. De la mariposa del ahora de entonces y de los ahora de este preciso momento.
Parece un hilo que se hilvana aquí y allá, ¿verdad? Un hilo transparente, como esos echados al viento en los que se dejan llevar las pequeñas arañas. Esos que reposan entre las hierbas altas, solo visibles desde un determinado ángulo de la luz. Brillando a la espera del próximo soplo de viento.
Un abrazo grande. Y gracias por tus hermosos comentarios.
Entre las hierbas altas...
ResponderEliminarMe has recordado uno de los mejores momentos de cine que he contemplado jamás: en mitad de la batalla de Guadalcanal una mariposa atraviesa un instante la escena. Entre los disparos y el horror, en mitad del huracán, la Belleza y la paz se abren paso.
Existe un hilo invisible que lo une todo, que nos une a todos; que une pasado con presente. El otro día mi padre aquí, más claramente que nunca. Nos sigue cuidando. Está. Siempre.
Esa película, sé a la que te refieres, es una de mis favoritas de toda la historia del cine. Maravillosa. Y esa escena es hermosísima.
EliminarAlma mía, déjame entrar en ti, contempla las cosas que has creado. Mira cómo brillan.
Gracias por tu comentario tan conmovedor, y tan personal. Un abrazo grande