Esta margen siempre fue más tranquila. Creo que a esta altura, en la otra orilla, estaban los altos hornos. Allí, en aquella oscuridad.
Parecía no haber nadie... Pero como luciérnagas, dos verdes fluorescentes en la oscuridad, puntales de cañas de pescar. Acentos que no conozco, el sonido metálico de una lata dejada sobre la piedra. El punto rojo de un cigarrillo.
De pronto el olor acre de la ría, nada más.
Con botas de agua, los niños juegan al fútbol junto a la ría. Cuando pasa un barco se detienen a mirar.
Barcos con nombres que no recuerdo.
Los cuchillos del abuelo Luis se fueron desperdigando mudanza tras mudanza. Siete, seis, quizá menos. El tiempo oscureció las hojas pero pulió los mangos. Curiosa aquella escala, del más grande, casi un machete, al más pequeño, casi un juguete. Pececito...
¿Era aquí? Esta agua, aquella, los fuegos de los altos hornos desde chimeneas invisibles. Cuando la vieja carretera era la carretera. Mientras volvíamos a casa, mirando desde el coche la vibrante luminosidad que atravesaba la ría de orilla a orilla. Extendidos sobre la oscuridad del agua, como peces de “fuegoplata”... Quizá no todo tiene nombre.
de pronto un grillo
otra vez
ahora nada
Parecía no haber nadie... Pero como luciérnagas, dos verdes fluorescentes en la oscuridad, puntales de cañas de pescar. Acentos que no conozco, el sonido metálico de una lata dejada sobre la piedra. El punto rojo de un cigarrillo.
De pronto el olor acre de la ría, nada más.
Con botas de agua, los niños juegan al fútbol junto a la ría. Cuando pasa un barco se detienen a mirar.
Barcos con nombres que no recuerdo.
Los cuchillos del abuelo Luis se fueron desperdigando mudanza tras mudanza. Siete, seis, quizá menos. El tiempo oscureció las hojas pero pulió los mangos. Curiosa aquella escala, del más grande, casi un machete, al más pequeño, casi un juguete. Pececito...
¿Era aquí? Esta agua, aquella, los fuegos de los altos hornos desde chimeneas invisibles. Cuando la vieja carretera era la carretera. Mientras volvíamos a casa, mirando desde el coche la vibrante luminosidad que atravesaba la ría de orilla a orilla. Extendidos sobre la oscuridad del agua, como peces de “fuegoplata”... Quizá no todo tiene nombre.
de pronto un grillo
otra vez
ahora nada
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