Al atardecer la lluvia. La primera lluvia. Al volver de la
lavandería su olor ha entrado en casa. Un vecino enciende la luz del acuario.
Qué silencio…
Por qué escribiré esas cosas.
Una libreta, un garabato, mirando la lluvia ligera que cae
sobre el jardín. ¿Qué nombre tendrá esta lluvia? Recuerdo los nombres de la
lluvia que en Nagasaki aprendí de Yoko.
Pero esta no estaba.
La luna apuntaba casi llena, el otro día, sobre el canal que
va a la bahía. Las casas flotantes, algunos kayak apenas rompiendo el agua.
Mirando el agua hablamos de otra agua.
Cuando éramos niños. Cuando el mundo era sin “nosotros”.
A la ida, a la vuelta, el martinete sigue en la misma postura, acechante.
“Shigure”. La lluvia ligera a la que tanto alude Santôka en
sus poemas. Esa que cae como sin querer justo al final del otoño o principios
del invierno.
Pero es diferente. Otoño, invierno… Hasta hoy no había visto llover aquí.
Es curioso, no recuerdo la lluvia en los veranos de mi
infancia. Es un día solo, larguísimo, en el que brilla el sol siempre. Desde
que despierto hasta que cae la noche.
Qué breve.
音は 時雨 か
oto wa shigure ka
ese sonido… ¿llovizna?
Shigure-kan, el pequeño museo dedicado a Santôka en Yunohira.
Llovía aquella tarde. Anduve calle arriba calle abajo mirando las montañas
envueltas en nubes.
Por qué recuerdo todas estas cosas. Por qué todo lo veo a
través de mi vida entera. Estratos echados sobre una playa solitaria mojada por
la lluvia.
¿Será porque tras la lluvia cada cosa tiene su silencio?
¿Será porque el haiku es el brillo de esa intuición?
Mirando el río mi hermano recordaba las mismas cosas que yo.
Eso me reconfortó.
El agua.
La lluvia.
El silencio en la palabra.
Quizá el haiku es la poesía de la humildad, y por eso,
cuando es haiku de verdad, transparenta tan claramente el mundo que nos rodea,
porque al fin y al cabo la humildad no es otra cosa que la realidad.
La verdad de las
cosas y de nosotros mismos, nuestro lugar en el mundo.
En unos días mis amigos hablarán de haiku. Me gustaría estar
allí, con ellos. Son uno de los estratos favoritos de mi vida. Uno de los más transparentes.
Qué nervios, el deslumbramiento de una primera cita.
Así siempre cuando estoy con ellos.
Estar atento a la importancia de las cosas, como cuando
caminas despacio. Como si estuviésemos hechos del propio sonido de una llovizna
que comienza.
La poesía de la humildad, la poesía de la sinceridad, nos
hizo lo que somos. Este “nosotros”.
¿Será nuestra fragilidad la que nos hace lo que somos?
Garabatos, una libreta. La primera lluvia. De hoja en hoja
las gotas de lluvia atravesadas por la luz de los faroles.
Este silencio… ¿siempre ha estado aquí?
¿Cuál es su nombre?
En el río y el canal, la nube en la montaña, más allá de una
playa con nosotros.
Sus calcetines me han parecido siempre tan pequeños... Siento que huele a lluvia la ropa que doblo con cuidado. Despacio. Como un niño que está jugando.
En esta agua está el reflejo de todos los nosotros.
Este es el momento con todos los momentos.
Este es el lugar en el que he estado siempre.
Esta lluvia… siempre es la primera lluvia.
"Cuando el mundo era sin “nosotros”."
ResponderEliminarPorque cuando ya no estemos, el mundo será 'con nosotros...'
Siempre es un primer instante con la lluvia, con su silencio
El haiku, lo elegimos o nos eligió ? Quizás estábamos buscando otra herramienta para ser lo que somos
Ay, señor, qué silencio en sus palabras !
🙏
Hola Mirta. Y qué amabilidad en las tuyas. Muchas gracias por andar por ahí.
EliminarCreo que el haiku y el haijin se encuentran. Ese momento. Ese "no se sabe qué que nos conmueve" y ante el que no podemos hacer otra cosa que ceder.
Un abrazo grande Mirta
"Quizá el haiku es la poesía de la humildad". Qué bonito, Félix.
ResponderEliminarO de la pobreza :) Nada te puedo decir que tú ya no sepas.
EliminarUn abrazo grande