水を前に墓一つ
mizu o mae ni haka hitotsu
delante del agua
una tumba
“Madre mía, cómo explico yo…”
Una mano en la frente, el suspiro de Vicente Haya.
La otra noche recordé el agua, las tumbas, el viaje… De repente, viendo en internet una conferencia de Vicente en la que hablaba de Santôka.
El Kumano Kodô, el camino de peregrinación por las montañas de la península de Kii, en Honshû. Un descanso al borde del camino, junto a los arrozales, comiendo algo ligero apoyado en la mochila.
Entre los brotes de arroz, quietos, renacuajos oscuros.
“Silencio habitado” dice Vicente. Balbucea buscando palabras. “La presencia de lo sagrado que enmudece al hombre. “
Qué calor. Por un momento sopeso remojarme la cara con el agua del arrozal. No sé por qué, de pronto me doy cuenta de las tumbas al otro lado del agua.
Unas flores, iris quizá, el brillo del agua que verdea en líneas regulares por las plántulas de arroz… y las tumbas.
Antes de volver a ponerme el kasa hago una foto.
La mochila. El camino.
El zigzag de una culebra entre los brotes de arroz. Solo la cabeza fuera del agua.
Santôka. Busqué en internet ese haiku. Como un impulso. Como la propia necesidad de caminar.
Encontré el lugar. En la orilla del embalse de Kawachi, no lejos de la ciudad de Kitakyûshû. Junto a un pequeño templo dedicado a Kannon-do, al borde de la carretera sesentaidós de la prefectura, está la roca con la inscripción del haiku.
Un poco desangelado…
En aquel lugar, hace noventa años, Santôka sentía el peso del equipaje. Y los apegos. En vez de disminuir, uno y otros no hacen sino aumentar. En vez de tirar no hago más que recoger.
Un poco más adelante, siguiendo la orilla del embalse, del agua, hay un cementerio de mascotas. Qué cosas… El mundo a vista de pájaro, o google maps, siempre es sorprendente.
Santôka se encontró allí, en Yawata, con unos conocidos y habla de aves acuáticas batiendo sus alas y de las hojas rojas. Del agua a la sombra de su sombra. De un apretón de manos en el viento frío y del fin de un rostro solitario. Y de una tumba frente al agua.
Anoche recordé otra tumba y otra agua.
Kumano Kodô. Llovizna. Una estrecha senda embarrada, zigzagueando entre el bosque de cedros y arces montaña abajo. Allí, en una de las curvas de la pendiente, apenas un hueco entre la senda y la ladera empinada, una desgastada piedra de poco más de un palmo de alto. Kanjis ilegibles, musgo. Silencio.
Madre mía… cómo explico yo…
El silencio. Su presencia delante del agua.
La palabra. ¿De verdad hay una palabra para todo esto?
A veces lo he pensado, a veces lo he intentado, levantarme por la mañana y pisar el sonido del agua. Pisar el sonido del agua y darme cuenta de ello.
Y caminar.
En silencio.
Ir a donde quiera ir.
Sobre la tumba antigua, sobre el viajero, la lluvia de la montaña.
Precioso -^-
ResponderEliminarGracias guapina!
EliminarUna belleza despojada y nos deja buscando esa respuesta
ResponderEliminarMuchas gracias Rosalia. Eres muy amable. Besos
Eliminarsaludos, Mo
ResponderEliminarUn abrazo grande tomodachi :)
EliminarBello seguir esa sendas,maravilloso ir donde se quiera ir,disfrutar el silencio,pisar agua del arrozal
ResponderEliminarImposible explicar,solo sentir
Gracias Momi por tanto que palpita el corazón con tus letras
Abrazo
Gracias a ti Elsa. No sabes cómo me alegra que lleguen mis letras. Es muy hermoso.
EliminarBesos y gracias de nuevo.