De pronto el espejismo de estar en la completa soledad de este mundo.
Solo hace unos días volví aquí. Estuve lejos, en el río, con mi hermano. ¿Algo hay que no sea espléndido? Los corzos, las nubes, los abedules. Las truchas cuando ellas quieren.
Algo hay en la naturaleza que nos llama a ser lo que somos. En el frescor de la tarde cuando todo comienza a oler de otra manera. En su quietud.
En la serena tibieza de la noche ella me abraza mientras miramos las siluetas de las nubes.
A veces el mundo parece dejar de girar por un momento, callar, y mirarnos.
Qué temeré.
Creo que esta mañana me sobra el cuerpo. Si pudiese estar ajeno a todo lo que este terroncillo torpe necesita y me reclama…
Solo la luz del mediodía, el sonido del mar, la tranquilidad de sus aguas que reflejan un cielo con nubes altas que traslucen el sol. En la bruma del horizonte aparecen y desaparecen los grandes buques. Cerca de la costa unos pocos pesqueros. Con los prismáticos veo que uno parece girar hacia aquí. Parece estar anclado, quizá echando el aparejo.
Dos cormoranes nadan no muy lejos de él. Uno de ellos se sumerge y reaparece con algo en el pico.
Estar. En cuerpo y alma, o sin ninguna de las dos cosas. Estar. Para ella y mi hermano. Para mis amigos. Para todos. Para la soledad de este mundo.
Precioso, canijo!
ResponderEliminarjaja, tú si que eres precioso. Un abrazo grande
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