Ha entrado en casa, ese olor, desde la mañana. He abierto la ventana de la cocina a pesar del fresco. Alguien
quemaba sarmientos en alguna parte.
Ahora, aquí junto al acantilado, sentado, se está bien. Me gusta este
sitio y estos días. Nublados pero con luminosidad. Parece que a va a llover de
un momento a otro pero no creo Los
sonidos como en sordina. Algo en el alma se recrea en esta soledad. Se encuentra
en estos momentos tranquilos sin pretensiones. Apenas recuerdos, apenas
ilusiones.
Una circunstancia más de la naturaleza, como la gaviota que gira en el aire marino, la esfinge colibrí que liba en las flores de nombre desconocido, el propio viento no muy intenso que llega desde el mar.
Un insecto rojo y negro llega volando de pronto, erráticamente, y se posa justo en el borde del acantilado. Dan ganas de decirle: dónde vas alocaoo. Dan ganas de saber su nombre.
Una circunstancia más de la naturaleza, como la gaviota que gira en el aire marino, la esfinge colibrí que liba en las flores de nombre desconocido, el propio viento no muy intenso que llega desde el mar.
Un insecto rojo y negro llega volando de pronto, erráticamente, y se posa justo en el borde del acantilado. Dan ganas de decirle: dónde vas alocaoo. Dan ganas de saber su nombre.
Anoche, mientras hacía la cena, una calma tibia y
densa cayó junto con la tarde. Apenas
luz y con la ventana de la cocina abierta el aire no se movía. Quietud y
tibieza que entran en mí. Aflora de pronto la serenidad de mi alma, paz a media luz. Cortar verdura con esa lentitud natural con que las cosas se desarrollan al atardecer.
Antes de ir a dormir, de madrugada truenos y
relámpagos anuncian tormentas lejanas.
Mi cuerpo diminuto en la noche de primavera, mi alma
en el alma. reposando justo al borde del silencio.
Impresiones. Salir a la calle y pintar en un esbozo
todo esto que mi alma anhela. Todo esto que ha creado y ahora contempla.
El cormorán que se sumerge aquí abajo al pie del acantilado, las nubes, las agujas de los pinos y su viento, las rocas,
el diente de león en su perfecto aire redondo.
Pequeñas cosas, naderías. Como yo mismo. Aire que entra y sale de mi cuerpo.
En las pequeñas cosas soy quien soy.
En las pequeñas cosas soy quien soy.
El pequeño insecto rojo y negro emprende el vuelo de
pronto, bordeando el acantilado, pasa sobre mí, y se adentra en el bosquecillo
de encinas y laurel. Maravilloso.
volviendo a casa
el aire, de nuevo
humo de los sarmientos
Como siempre, un placer leerte. Gracias por compartir esta delicia.
ResponderEliminarBesos.
Mágico....me dejas sin palabras...sitiéndome parte de ese maravilloso escenario que esbozas...
ResponderEliminarGracias, sois muy amables, de verdad. Un abrazo grande
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