Vaya vídeo… media mañana mirando cómo trabaja la avispa esta regordeta y solo soy capaz de hacer esto…
Mal repartido está el mundo. Ella por ahí, yendo y viniendo, de tejado en tejado, de brisa en brisa, trabajando en su nido con la exactitud y precisión que da todo el tiempo del mundo, sin pensar, sin ni siquiera pretender nada.
Yo… bueno, yo aquí, contemplando su genealogía de aire, todo ese tiempo que a ella la hizo criatura sin tiempo, exacta y precisa, ligera y regordeta.
Yo… haciendo vídeos chapuceros… Qué mal repartido está el mundo sí. Yo sí pretendo, ya lo creo. Y sí pienso, demasiado demasiadas veces. Y luego me sale el mundo desenfocado y chapucero…
La avispa da una vuelta en torno a mí y se posa bajo la teja con algo entre las patas. Pelusa de los sauces quizá. ¿De dónde la traerá? No debe estar lejos, tarda exactamente un minuto y pocos segundos en volver con su diminuta carga. Sí, lo he contado.
Da gusto verla… ajena a todo salvo a lo que hace. Ajena a mí. Manejando sus patucas de colores sobre la nubecilla de pelusa. Incansable y ligera. Elegante. Por un momento imagino que siguiera y siguiera rellenando tejas con las pelusas de árboles desconocidos para mí. Que todo el tejado de mi buhardilla escondiese nubes bajo sus tejas. Imagino por un momento que nosotros habitásemos ese mundo blanco, ligero y elegante, con la exactitud y precisión de quien va y viene sobre la brisa sin más pretensión que contemplar todas estas cosas.
No desfallezcas por favor amiga mía, no me dejes solo, ajeno a mí mismo. No desfallezcas… tenemos todo el tiempo del mundo…
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