Debajo del quejigo más frondoso que he encontrado, comiendo cacahuetes. Mirando sin más los sutiles cambios en la intensidad de la luz, escuchando el desigual soniquete, qué ligero, de la llovizna sobre las hojas. Sobre el viejo paraguas que traje al hombro, que me recoge.
Creo que cada vez comprendo mejor a mi padre.Un arcoíris se intuye apenas sobre el cerro de enfrente. Qué lejos. Qué cerca.
Los valles se entrelazan hasta llegar al río que se solo se intuye, allí…
Torpemente, respondo a la llamada de los corzos.
como la niebla que pasa suavemente por el paisaje del amanecer....
ResponderEliminarGracias compadre. Tú sabes mucho de amaneceres... Un abrazo grande.
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