Como si hubiese muerto un abuelito, otro, de esos que te regalan justo el juguete que estabas esperando.
Gracias a él recuerdo mi infancia teñida de un hermoso color azul, azul playmobil, extendida sobre mundos a los que solo mi imaginación y la de mi hermano teníamos acceso. Las horas que pasaríamos saliendo a navegar en el barco pirata (también sin lugar a dudas mi juguete preferido of course) sorteando bajíos de parqué, desembarcando en playas de alfombra o escalando las mesas camilla que se precipitaban en formidables acantilados sobre el mar. El mar azul playmobil.
Gracias Herr Playmobil. De verdad que tiene que ser muy hermoso legar al mundo millones de pequeñas sonrisas imperturbables. Sonrisas sencillas en diminutos rostros como dibujados por un niño que también ríe. Sí, debe ser muy hermoso construir la posibilidad, la sencillez, para que los niños rían.
Mi corazón aún sonríe, quietamente y en silencio, como entonces.
Gracias abuelito. Hasta siempre.
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