Con la lluvia de anoche las flores de correhuela. Muy blancas, algunas nubes en el cielo.
Sin saber por qué desperté pensando en la lluvia. Un rumor que ya no estaba. Un presentimiento. Quizá.
Caminar sin más. Me gusta. Me gusta elegir el sendero que no sé a dónde va. Ese que serpentea junto al arroyo y lo cruza a veces. Me gusta asomarme a la corriente y mirar si hay peces, o no. Solo el agua.
Girando alrededor de la junquera dos potrillos juegan a perseguirse. En un tono diferente, un gallo contesta a otro.
Vuelve a adelantarme la mariposa naranja. Tan alto como yo el maíz que plantaron hace nada.
No sabría explicarlo. El rumor de la lluvia. No sabría qué decir cuando calla. Cuando su olor y su silencio parece emanar de todo lo que me rodea. De alguna parte de mí mismo.
Un giro más, el milano. La quietud de los cangrejos en el fondo del viejo lavadero.
Aquí, justo aquí, donde el otro día peleaban dos musarañas entre la hierbabuena. Qué bien huele. Qué brillo el de las plantas que crecen.
Aquí. Escuchar. La llamada de los sapos parteros cuando terminaba la luz del día. El silencio de ahora.
Callar.
Es mágica. La lluvia. La suave lluvia que cae sin más. Sigue pareciéndome mágica aunque no recuerde la primera vez que la vi, que la sentí sobre mi piel.
Sin saber.
Una conversación que no distingo, al otro lado de un seto comienza a ladrar un perro que no veo. Tallos de avena salvaje atravesando las flores de milenrama.
Como rasgando el aire, el ruido del vencejo en el último giro antes de meterse bajo el alero.
Caminar sin más. Viajar. Como la lluvia cae. Mirar. Con todo el tiempo del mundo. Como un niño mira muy quieto la corriente de un río.
brillo de la mañana,
el camino que anoche
recorrió un caracol
Publicado en Barcarola: Revista de creación literaria
Año 2023, Número 104 Octubre 2023
No hay comentarios:
Publicar un comentario