Sentado en zazen, mientras los gorriones comen las migas de anoche.
El viento sopla a ratos, viene del sur. El sol de la mañana sobre las hojas de las plantas, se mueve muy lentamente. Una nube, extendiéndose en el cielo, hasta deshacerse en cielo.
Sentado en zazen, sin esperar nada, la verdadera naturaleza de las cosas se expresa de una manera sencilla.
Claramente, no sé dónde, trinos de gorriones que ya no están aquí.
Y entonces ¿dónde fueron?
ResponderEliminarTrinos, nubes, viento del sur...
Hojas, sol, zazen...
¿Quién? ¿Qué en toda esa corriente de sucesos?
¿Existe separación o son los infinitos rostros de un mismo testigo?
El porqué de todas las preguntas. La respuesta del silencio que precede, sostiene y acompaña el canto de cada gorrión, su aparición y su despedida...
Esta mañana una gatita desaparecida regresó a morir al jardín donde siempre jugaba. Quién sabe por qué. Quién sabe dónde estará ahora. Yo no sé. Ni siquiera sé del testigo que vio aquello; que acogió la tristeza que brotaba. Ni de su alcoba escondida a plena luz de la mañana.
Zazen. Una habitación con dos ventanas abiertas, una frente a la otra. Sopla el viento a través de ambas. Miles de pelusas revolotean y flotan. El no-espacio y en él un espejo. Pero falta algo, o más bien sobra. Aquí, en este momento tan concreto e insustancial...
Muchas gracias por tu hermoso comentario. Es de hecho como un reflejo de lo escrito en la entrada. Un rostro más de ese testigo al que no al que alcanzamos a entrever solo de soslayo.
EliminarGracias de nuevo por tus palabras.
Un abrazo