matsu nae no hana saku koro wa dare ka aru
plantitas de pino…
quién estará aquí
cuando florezcan
-Issa Kobayashi-
Serpenteando, el camino blanquea mientras se adentra en el pinar.
Hace tiempo que no nos veíamos. Los amigos. La vida nos ha llevado por caminos separados. Eso que llaman vida, eso tan grande que lo abarca todo. Lo bueno, lo malo. El tiempo.
Los pinos, la luz de la tarde.
La compañía es más hermosa cuando se reencuentra caminando aquí, ahora. Hablando de todo y de nada.
Me gusta el verano. Me gusta caminar en sandalias. La sensación de necesitar menos cosas.
Las cosas tontas. Las cosas que pesan.
Todavía no, sobre la flor del cardo, la mariposa aún no levanta el vuelo.
A veces creo que estuvimos aquí siempre. Charlando sin más. Caminando hacia el corazón del bosque. Sin necesitar nada más.
Es curioso. Cuando pienso en mis amigos siempre los veo como al principio. Como siempre. Qué cosas.
“Cambian de color”, dice el niño levantando los ojos a las ramas de los pinos.
Caminamos.
Al principio. Como siempre. ¿Cómo serían las cosas al principio? ¿Cómo serán siempre?
Una rana, luego otra. Miramos el arroyo señalando algo que ya no está.
El reflejo de los pinos.
El fuego, la barbacoa. En la luz que se desprende de las brasas nos reconocemos. Como siempre. Hablamos de la vida, de los nombres de las flores que vimos en el bosque. Esta tenue luz… Esta tenue luz que se adentra en la noche…
Supongo que mi corazón, siempre friolero, despistado, está aquí ahora, susurrando algo que no entiendo del todo.
El camino, qué blanco era, adentrándose en la profundidad de aquel olor, los pinos, la tarde.
Después, en casa, creo que soñé con antiguas acampadas, con fogatas y estrellas fugaces.
Siempre me pasa.
Creo que soñé, pero no lo sé, en las noches de verano en que éramos nosotros. Los de siempre, los de todos los principios. Sin las pesadumbres que valen nada. Sin las cosas tontas que nada eran.
Que pesan.
Que nada son.
Creo que soñé, no estoy seguro, que la noche de verano nos atravesaba. Y se adentraba en nosotros. Que llegaba justo al centro de mi corazón y seguía más allá. Como el destello de una brasa que serpentea más allá de todo lo que conozco.
Creo que soy una flor que no conoce su nombre.
Una tarde de verano, mientras los pinos crecen sin que nadie se de cuenta, sus ramas cambian de color.
¿Quién estará allí cuando la mariposa abandone la flor del cardo?
Cuando las ranas salgan a la orilla y vuelvan a cantar.
Encontré tu blog en la revista de Elías "Letras Divinas", me alegra conocerte.
ResponderEliminarCordial Saludo.
Hola Rafael, lo mismo digo. Un placer conocerte. Me gustó mucho tu participación en la Letras Divinas. He estado ojeando tus dos blogs, me han gustado mucho tus versos y tu manera de vivir la poesía.
EliminarUn abrazo grande
Félix, que hermoso paseo, volver a caminar con amigos es ahora una alegría.
ResponderEliminarTe extrañaba sin saberlo, al leerte me volvió esa sensación de alegría que tantos años he sentido al dejarme llevar por tus historias.
Compartimos espacio en Letras Divinas, que honor más grande estar ahí contigo.
saludos
Hola Karin! Es verdad, cuánto tiempo.... Bueno, la vida da muchas vueltas. A ver si volvemos a cierta tranquilidad.
EliminarQué bueno compartir revista. Me dio mucha alegría verte también en Letras Divinas.
Un abrazo grande