"Desde los seis años tuve la manía de dibujar la forma de las cosas. A los cincuenta había producido gran número de dibujos, pero antes de los setenta no hice nada que mereciera la pena. A los setenta y tres creo haber adquirido algún conocimiento de la estructura verdadera de los seres naturales, animales, plantas, árboles, pájaros, peces e insectos. Creo que cuando cumpla los ochenta habré progresado notablemente. A los noventa alcanzaré el misterio de las cosas: a los cien haré una obra asombrosa, y a los ciento diez, cuando dibuje, aunque solo sea una línea, poseerá el soplo de la vida."
En el año 1834 Katsushika Hokusai, “el viejo loco de la pintura” como gustaba llamarse a sí mismo, dejó por escrito estas palabras en el colofón del primer volumen de Cien vistas del monte Fuji. Tenía setenta y cuatro años de edad.
Y acababa de nacer.
El soplo de la vida. Dibujarlo en el aire. Cada día de la vida.
Un trazo, una palabra. Mi silencio cuando el misterio de las cosas me arrebate cada gota de tinta.
Estar aquí. Estar ahora. Formando parte de la increíble estructura de todos los seres.
En el día que media entre los seis años y los ciento diez.
Dibujando.
En el soplo de la vida. En el maravilloso y brevísimo soplo de la vida.
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