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さて、どちらへ行かう風がふく

bien... ¿a dónde ir...?
...el viento
sopla...


20 enero 2021

el mundo de un solo color



Trazas de un camino que ya no está. El mundo de un solo color… 

Creo que he salido de casa solo para cansarme. Caminar y recordar haikus, sin querer, zigzaguear, eso. Zigzaguear buscando senderos en un paisaje que no reconozco. Un solo color.


Leo mal el terreno y me meto en un ventisquero. Creo que sí, que voy a lograr eso de cansarme, quiera o no quiera.

Bueno, da igual, todo recto, da igual la nieve que haya, como cuando era niño. Más allá de los senderos y antes de los haikus.

Qué blanco tan blanco todo. La nieve de hace días que no ha pisado nadie. La cencellada en las hierbas altas. El milano en el aire. 


Sé que no lo estoy, pero qué solo aquí. Junto a un quejigo sin apenas hojas, esperando a que pase una nube. Esperando a la luz.

En la ladera contraria huellas que se entrecruzan sobre la nieve.


Esperaba encontrar corzos en el país de los corzos pero hoy hay demasiada nieve, demasiada luz. Estarán guarecidos en el bosque.


Zigzagueo. Zigzagueo con el sol a la espalda y las montañas en la lejanía. Se intuye la niebla que aún aguanta en los valles. Por un momento parece que bastara caminar, todo recto como un niño que no sabe a dónde va y atraviesa la primera blancura del mundo, para llegar allí. Donde la nieve resiste la primavera y su esplendor.


Me quito ropa. Buf. El gorro, los guantes…. Me pesan hasta los prismáticos aún en la mochila. El sol reflejado en la nieve tiñe todo de un fulgor que me atraviesa.


El bosque. Pensé que iba a haber menos nieve aquí... Me cansaré. Me cansaré aún más. Las hojas ocres de los quejigos se mezclan, esparcidas aquí y allá, con las agujas de los pinos sobre la nieve. Rastros de diferentes animales se entrecruzan. Suben las laderas, atraviesan los pequeños valles. Zorros, aves que no distingo…

¿Hasta dónde seguir las huellas del corzo?




Por un momento me imagino siguiendo esas huellas cruzando valles y lomas, zigzagueando, internándome cada vez más en la profundidad del bosque. Y allí imagino un corzo echado como si nada sobre la nieve, dormido, recogido en lo más hondo del corazón del bosque.

Como un relámpago, no sé por qué esa imagen me perturba.


Abandono el rastro y desciendo una ladera cada vez más pronunciada. Al final me deslizo por la nieve. Sé que me voy a calar pero me da igual. Jope, es divertido esto…

Qué bien huele el tomillo arrancado de la nieve.


En la única roca que parece estar sin nieve me siento a descansar tras subir otra ladera. Como unas nueces que sobraron de Navidad. Abajo el valle se esparce tornando el verde de lo espinos por el ocre desvaído de los quejigos y el gris de sus troncos y los espinos. Y la nieve. La nieve que intuyo deslizarse perezosamente noche y día, de un valle en otro, hasta llegar al río.



“Hay aquí una quietud absoluta”. Pienso y según lo pienso me parecen grandes esas palabras. Como pedruscos que vayan a rodar ladera abajo sin remedio, fastidiándolo todo.

Y sin embargo la hay. Esa quietud que parece conectar de alguna manera con la quietud de todos los momentos anteriores. Algo quieto y blanco que atraviesa todas las cosas y todos los momentos que me trajeron aquí.


¿Quién caminó hasta aquí? Todo recto, cruzando ventisqueros y valles sin rozar el aire, mientras yo me hundía en la nieve.



En mis manos el olor a tomillo, el sabor de las nueces de año nuevo. Qué amarillo tan hermoso el de los líquenes que salpican las ramas de los quejigos.

Reemprendo la marcha y las botas pesan un quintal por la humedad. Me cansaré sí.

Al salir a campo abierto la luz del sol. Y el viento.



Caminando en la dirección al sol, apenas veo la silueta de los corzos que vuelven al bosque.

Me lavo las manos, la cara, con la nieve. Qué relámpago.


へうへうとして水を味ふ
hyôhyô to shite mizu o ajiwau 

como un soplo de viento, saborear el agua


Recordar haikus, caminar, zigzaguear… así que era eso… Cada paso un instante sobre la superficie helada de la nieve antes de hundirse en la profundidad de la tierra. Pienso en la ligera de los corzos, de los niños.

En el viento… 


Correteando sobre la nieve brillante un bando de perdices se resiste a levantar el vuelo.

Quieto, miro. El transparente mundo de un solo color. De un solo sabor.



Por un momento zorzales y jilgueros parecen guardar silencio en el aire mientras la nieve se hace agua sin que yo me dé cuenta.


Un ruido…. solo la hierba alta que vuelve a levantarse tras mis pasos.



de vuelta casa… 
de pronto me encuentro 
con mis propias huellas

















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