Mueve apenas las alas, la cola. Parece apoyarse en el aire.
Por un momento pienso que no me ve. Por un momento pienso que podría estirar el brazo y tocarlo.
Vuelve hacia el río quebrada abajo. Desaparece tras un cerro.
El silencio es total. Perfecto.
Caminar hasta perder lo senderos. Entre los rebollos y los pinos. Los robles, los serbales, los árboles, los troncos desnudos y las hojas verdes y amarillas. Y las espinas y las bayas rojas. Y lo que ya no sé nombrar.
Caminar hasta perder las palabras.
Los colores de la mañana. El aire. La luz del otoño.
彼一語我一語秋深みかも
kare ichigo, ware ichigo… aki fukami kamo
una palabra, otra, él, yo... ¿será esta la profundidad del otoño….?
Recuerdo, improviso, siguiendo la rama del roble que casi horizontal se extiende sobre el sendero.
Si un amigo estuviese aquí no sé qué le diría. Nada. Ni una palabra. Ni otra. Nada haría falta. Quizá esté. Ese amigo y aquel otro. Quizá estén todos aquí. Y yo no los oigo. O sí. Porque callan.
Porque se apoyan en el aire, sí, eso parece, eso siento.
En la profundidad del otoño que se extiende, casi horizontal, señalando todos los caminos. Ninguno. Hasta casi tocar el aire.
Seguiría caminando. Seguiría sin más. Espirales en el aire, lo que fui, aquello que salió del agua y vuelve a ella. Sin saber. Perfecto silencio.
En el musgo humedezco las manos que movieron aquella piedra.
Campo a través, boñigas de ciervo señalan la ruta.
Volver. A dónde. De dónde. Estirar el brazo y tocar…
A veces no me atrevo ni a respirar.
Cuesta arriba, en el horizonte blanquecino siluetas de gente buscando setas.
Muchas gracias, querido amigo, por compartir. un abrazote
ResponderEliminar"Caminar hasta perder lo senderos", "caminar hasta perder las palabras". Precioso, Félix. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias por vuestros comentarios queridos amigos. Sois muy amables. Un abrazo grande.
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