Así como mi amigo Alberasan
persigue con su arte pájaros y libélulas, y de qué manera tan bella,
así yo mismo ando y me conformo tras la quietud de caracoles amarillos.
Mi zoom, mi macro, es la transparente lentitud que a unos y otro nos dio
los kami. Remolinos quietos, exploradores pausados deslizando su
mirada de hoja en hoja, a tientas, con los ojos en las puntas de los
dedos.
Amigo mío, vaya fotos chulas hubieses hecho. Me acordé de
ti. Cuando ya caía la tarde, bajo cada flor de milenrama aguardaba un
caracol. Quién sabe a qué, a quién.
Lástima que uno y su móvil no den pa'más.