
Mientras preparas los aparejos escucha su murmullo, pero escucha de verdad, olvídate de ver y oír, y aprende a mirar y escuchar. Escucha también al ruiseñor entre las frondas de la ribera, el más tímido de los pájaros, piensa que su canto es como la felicidad esquiva, ese incesante palpitar que nos impulsa a buscar la fuente de tan dulce deleite a través de las espesuras de la vida. No hijo, no lo busques con la mirada, no lo encontrarás. Como la felicidad, el ruiseñor no fue creado para ser tocado, y su canto, como la felicidad, sólo se recuerda.
Mira en cambio al cándido petirrojo, fíjate cómo se le transparenta el corazón en el pecho y cómo se acerca curioso y confiado. Quizás el más inocente de los pájaros, el que más cerca permite que se acerque al siempre imprevisible hombre. Quizás también el más bondadoso. Incluso, tal vez, uno de los pocos seres que pueden definirse como felices. Pues debes saber hijo, que la felicidad, como la verdadera libertad, sólo anida en los espíritus libres del miedo y la desconfianza.