
Aquel mundo, que se recorría con cartas de recomendación y no con pasaportes, de imperios y colonias. Aquel mundo ajeno a la globalización, con mil lenguas y mil historias, con mil maneras de vestirse y desvestirse. Aún lo recorrían exploradores y viajeros, gentlemen y ladies al ritmo pausado del vapor.
Y allí estaba Margaret con su red cazamariposas y sus cuadernos forrados de piel. Deseaba no querer a nadie para no atarse a ningún lugar. Para no atar su alma.
En este momento preciso que no es de día ni de noche siento el verano que se va. El viento frío que arrastra las nubes en el cielo barrerá las últimas mariposas de la hierba.
No sé por qué pienso ahora en Margaret y siento una pena extraña. Recuerdo su aventura en Myola con su adorado Khalil. Su frustrado intento de llevar una vida “normal” y sedentaria. Su fracaso, su casi caída en la locura.
Pobre Margaret, pretender ser lo que no eres nunca sale bien. Deberías haberlo sabido.
El viento barrió el tiempo de las mariposas, tu tiempo, y barrerá el mío. ¿Tú lo sabías? ¿Sabías a dónde te dirigías? ¿De qué huías? O quizá tú también lo ignorabas, o no te importaba.
Como las nubes, como las mariposas, que parece no saber nunca a dónde van.
Suena Einini. Siempre me ha gustado esa antigua melodía. Los pájaros se retiran a dormir. La brisa invisible mueve las sombras.
Adiós verano, adiós. Hasta pronto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario